La verdad es que los ingleses exploraron en su enorme mayoría lo ahora explorado por los españoles. Aun en el momento en que llegaron a la isla Decepción en la Antártida comprobaron los restos de un navío español, el “San Telmo” y los restos de lo que parecía un asentamiento español. El siglo XVIII, no en balde, vivió el ascenso de Inglaterra a gran capacidad naval, lo que no evitó que aun una potencia en declive como España pudiera causarle esenciales derrotas. La coletilla «el día que España derrotó a Inglaterra» y fórmulas afines para presentar las victorias hispánicas por mar como algo insólito suponen caer en la simplicidad.
La historiografía de hoy entabla un duro combate para desmontar la mentira con que la leyenda negra antiespañola ha envenenado el mundo, y en especial España, a lo largo de cinco largos siglos. Dicha leyenda negra es esencialmente anticatólica ya que España se transformó en la punta de lanza del catolicismo, a nivel doctrinal, político y militar, durante el siglo XVI contra el protestantismo y el islam. Este libro se ofrece una revisión de la narración de Occidente, rastrea las improntas del pasado que son identificables en nuestro presente y descifra las huellas de los sitios esenciales, los personajes celebres, los eventos trascendentales y las tendencias intelectuales que Occidente reconoce como propias; lo que hoy llamaríamos su ADN. No es ésta una historia sistemática del pasado, sino más bien un relato de los procesos, las ideas y los acontecimientos de Occidente que han pasado a formar parte de su identidad.
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Para terminar, en 1799 el Almirante Nelson al cargo de una Flotilla de diez buques con 390 cañones y 2000 soldados atacó Tenerife con la intención de apoderarse las Islas Canarias, muy seguro se sentía. El Capitán General Don Antonio Gutiérrez de Otero dejó la retirada y reembarque de las tropas inglesas sin atacarlas y se encargó de los heridos y presos tratándolos con caballerosidad y generosidad. Los ingleses prosiguen sin saber dónde perdió el brazo su héroe en el momento en que le miran en lo prominente de la columnata de Trafalgar Square en Londres, saben que murió en Trafalgar en combate con barcos españoles. Tras echar a pique a un navío y dañar gravemente a otros 4 barcos y fragatas, el Glorioso rindió el pabellón en el quinto combate, cuando no había más munición para cargar los cañones, ni para los fusiles, siendo tomado habiendo sufrido 44 muertos y 133 heridos. Muchas bajas, demasiadas, y gran desgaste para la Armada Inglesa que prácticamente pierde al Russell, el buque insignia de la flota británica con tres puentes, en combate con el navío español. El Glorioso, era un barco fuerte y bien construido, según apreciaron los ingleses, pese a los daños sostuvo la capacidad de navegar.
La lista –advierte el creador– solo contempla unas cuantas del total y no entra a analizar las derrotas terrestres. El Imperio español perdió a largo plazo su cetro de potencia naval en parte por aquel pulso, pero el tratado que puso fin al enfrentamiento evidenció quién había ganado en un corto plazo. Las negociaciones entre los dos países desembocaron en el Tratado de Londres del 28 de agosto de 1604. Los historiadores coinciden en apuntar que se trata de un artículo conveniente a España, ya que no solo forzaba a los ingleses a cesar en su acompañamiento a los rebeldes holandeses, sino que en uno de sus artículos autorizaba a los barcos españoles a usar los puertos británicos para refugiarse, reabastecerse o repararse, o sea, que ponían a su disposición su red portuaria. La verdad es que son demasiadas las ocasiones en que, los españoles que radicamos en estas tierras catalanas, somos sometidos a trágalas por parte de los intolerantes, esos que pretenden imponernos una lengua única y someternos a sus intentos de convertir a esta autonomía en una nación independiente de España, aunque no estemos prestos a que ello pueda suceder. L pueblo azteca, convencido de haber sido escogido por los dioses para una misión grandiosa, fue desplazando a otros pueblos.
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Ordenó a sus buques salir del puerto en fila, confrontar a la flota de america (a fin de que no se pudiese decir que no habían combatido) y a continuación embarrancar. La muestra palpable del ostión inglés y su escozor siguientes que todo se les deteriora tanto que desemboca en la Primera Guerra Civil Inglesa. Se instaura la República en Inglaterra y al frente de ella se coloca Oliver Cromwell, el Lord Asegurador (y tras él, una Inglaterra semiderruida).
No en todos los casos fuimos victoriosos, claro, pero siendo justos, en las largas décadas de combates navales contra los ingleses, podríamos decir que en la mar, el resultado, como en el ajedrez, lo dejaríamos en “tablas”. En la introducción de su libro « 22 derrotas navales británicas » , Víctor San Juan explica que el origen del mito de la imbatibilidad inglesa, sobre todo naval, está en la atronadora sucesión de victorias de la época napoleónica . En la batalla del Cabo de San Vicente , donde se enfrentaron 15 barcos de línea ingleses contra 24 españoles, estuvo cerca de irse en el fondo del mar en el momento en que, desaparejado y presto a rendirse, fue salvado por el navío Infante don Pelayo bajo el mando del capitán de navío Cayetano Valdés. Hasta cinco barcos de guerra ingleses disparaban a un tiempo sobre el Trinidad que, aún habiendo provocado serios daños a sus contrincantes, no ha podido repeler a sus contrincantes valiéndose de su superioridad de fuego.
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Unos 4 más hubo que desguazarlos en Santander pero una aceptable flota de 90 buques se mantenía en servicio. Nacido italiano pero formado en la Marina Real, Alejandro Malaspina fue uno de los máximos exponentes de la generación de marinos ilustrados, médicos, matemáticos, naturalistas, exploradores…, que nutrieron al país de acciones militares y, al tiempo, avances científicos. En el mes de septiembre de 1788, Malaspina y su camarada José de Bustamante y Guerra propusieron a Carlos III un viaje científico y político por América y Asia a fin de conocer cuanto pudieran cubrir. Entre sus oficiales, se incluyeron consagrados hombres como Alcalá Galiano, Cayetano Valdés y Juan Gutiérrez, aparte de un aparato de naturalistas formado por el botánico francés Luis Neé y el teniente Antonio Pineda y Ramírez, de la Real Guardia.
Incapaces de arreglar los daños mucho más severos, el Glorioso se dirigió desde el norte hacia Cádiz. No obstante, en la tarde del 17 de octubre fue atacado nuevamente a la altura del Cabo de San Vicente por 4 fragatas corsarias, a cargo del comodoro George Walker. La insignia King George, de 120, trabó combate con el navío español y perdió su palo mayor en el intercambio de tiros. Peor suerte corrió el navío Darmouth, de 50 cañones, que se lanzó a ayudar al comodoro. Las galeras, herederas naturales de los trirremes romanos, dominaron desde hace tiempo el Mediterráneo debido a que, con el impulso de los remos, suplían lo arbitrario de los vientos en estas aguas. En el momento en que dos galeras se encaraban lo primero era intentar embestirse una a la otra con el espolón a modo de cornamenta; después, si las dos sobrevivían, se entrelazaban como víboras y convertían las cubiertas en un campo terrestre flotante donde la infantería luchaba por varias horas.
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Se podría seguir con una extendida lista, mentando la rueda, la agricutura, la ganadería, las expediciones científicas, las gramáticas indígenas, la medicina, la evangelización… Proezas que han puesto a España entre las escasas civilizaciones y etnias imprescindibles para la crónica de la humanidad. Tras arreglar algunos daños sobre la marcha, el Glorioso reanudó la navegación y, ahora en las cercanías del cabo Finisterre, el buque español se halló con el navío Oxford de 50 cañones, la fragata Shoreham de 24 cañones y la corbeta Falcon de 14. No sin antes perder su bauprés , el navío español los rechazó contundentemente, dando fondo en Corcubión (A Coruña) un par de días después y cumpliendo su misión, pues allí descargó el tesoro.
Todos salvo el último se saldaron con victoria de aquel “escurridizo, eficiente y aguerrido navío español”, según los ingleses, comandado por el Capitán de Navío Don Pedro Mesía de la Cerda y manejado por una increíble tripulación que supo sortear y atacar hábilmente a las naves inglesas haciendo fuego en el oportuno momento. Mesía de la Cerda llegó a Teniente General de la Real Armada y después Virrey de Nueva Granada. Lo cierto y verdad es que ningún astillero inglés de la época ha podido construir un navío como el “Santísima Trinidad” un autentico acorazado que disponía de cuatro cubiertas y 140 cañones, construido en los mejores astilleros de la temporada, Cuba, debido a sus dimensiones se le conocía como “El Escorial de los mares”. Otro navío de línea más pequeño, el “San Ignacio de Loyola”, asimismo construido en Cuba, recibió el sobrenombre de “El Glorioso”.