Era uno de esos dibujos hechos de tal modo que los ojos le prosiguen a uno adondequier que esté. A la espalda de Winston, la voz de la telepantalla proseguía murmurando datos sobre el hierro y el cumplimiento del noveno Plan Trienal. Además de esto, mientras que permaneciera en el radio de visión de la placa de metal, podía ser visto al unísono que oído.
Sintiéndose culpable se lo había llevado a su casa, guardado en su cartera de mano. Si bien estuviera en blanco, era comprometido almacenar aquel libro. En 1949, en los comienzos de la era atómica y antes que la televisión se popularizara, el cosmos monitorizado creado por Orwell a tan corta distancia mucho más adelante era espantoso. Si deseas respaldar el periodismo de calidad y puesto en deber puedes hacerte compañero de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año desde una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos). “No ha popular otro planeta y, hasta comprender a Winston, jamás imaginó uno. Rutinariamente rompe las reglas pero asimismo colabora con el régimen en el instante en que es requisito.
George Orwell, El Profeta De La Distopía
«Era un día lumínico y frío de abril y los relojes daban las trece. Era un día de abril frío y luminoso y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rapidamente entre las puertas de cristal de las Viviendas de la Victoria, si bien no con la suficiente velocidad para eludir que una ráfaga polvorienta se colase con él. A la espalda de Winston, la voz de la telepantalla seguía murmurando datos sobre el hierro y el cumpli-engaño del noveno Plan Trienal.
La satisfecha y ovejuna faz del enemigo y el terrorífico poder del ejército que desfilaba a sus espaldas, era bastante para que absolutamente nadie pudiera resistirlo indiferente. Aparte de esto, solo con ver a Goldstein o meditar en él surgían el temor y la furia de forma automática. Era él un objeto de odio mucho más incesante que Eurasia o que Asia Oriental, ya que en el momento en que Oceanía se encontraba en guerra con alguna de estas potencias, habituaba a encontrarse en paz con la otra. No pasaba ni un solo día sin que espías y saboteadores que trabajaban siguiendo sus normas fueran atrapados por la Policía del Pensamiento.
George Orwell Concluyó Su Novela ‘1984’ En La Recóndita Isla De Jura, En Las Hébridas Escocesas
En 2009 publicó su libro De qué manera no escribir una novela, el único que llegó a España a través de Mundo. “Era un día lumínico y frío de abril y los relojes daban las trece”. Se encuentra dentro de las frases iniciales mucho más reconocidas de la literatura y en este momento también el comienzo de una nueva versión de 1984, de George Orwell. Este nuevo proyecto acaba de recibir el beneplácito de los herederos del escritor británico y tendrá como papel primordial a Julia, la contraparte femenina del protagonista primigenio, Winston Smith. Lo firmará Sandra Newman, autora estadounidense pero muy enlazada con Reino Unido, según ha avanzado The Guardian.
En el momento en que llegó en 1946 ahora tenía redactada la primera frase de su novela (“era un día frío y lumínico de abril, y los relojes estaban dando las trece”), entre las mucho más insignes de la literatura. Los amigos que lo visitaron en la granja recordaron transcurrido el tiempo el incesante teclear de la máquina de escribir del autor, de qué forma le gustaba salir a apresar conejos con su hijo, y que se movía con una vetusta moto que alguien le había prestado y que lo dejaba todo el tiempo tirado. Pero el percance no logró ningún bien a los pulmones del autor de Rebelión en la granja . Una inquietante contemplación futurista al pensamiento totalitario y la opresión del poder confluyen en esta fabulación de George Orwell que se ambienta en el año 1984 y en una sociedad controlada por el Gran Hermano. Winston nunca había estado dentro del Minimor, ni siquiera se había acercado a medio kilómetro de él.
Tras casarse con Eileen O\’Shaughnessy, viaja a España. Lo realiza como periodista pero se afilia a una milicia del POUM, el Partido Obrero de Unificación Marxista de Andreu Nin y Joaquín Maurín, de raíz trotskista. Durante su convalecencia, presencia un conato de guerra civil dentro de la guerra civil. Los combates armados entre el ejército regular republicano y las milicias anarquista-trotskistas dan sitio a una genuina purga y conllevan el desarme de las milicias. El comunismo ortodoxo, según él, es otra forma de dictadura equiparable al nazismo, dos caras de una misma moneda que no hacen sino desposeer a las clases trabajadoras. La manipulación informativa y propagandística puede omitir los hechos de Barcelona como si no hubieran existido.
Era el jefe supremo de un inmenso ejército que actuaba en la sombra, una subterránea red de maquinadores que se exponían derruir al Estado. Varios años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía debía recordar aquella tarde recóndita en que su padre lo llevó a saber el hielo. El poder de una buena historia es indudable y queda reflejado en el éxito del storytelling.
Su salud se deterioró tanto que sus estancias en Jura, durante tres años desde el 46, fueron intermitentes e interrumpidas por una popularizada hospitalización en un sanatorio de las afueras de Glasgow. A trancas y barrancas, con vistas al mar y a las impresionantes montañas Paps que dividen la isla, cubierto de más ciervos rojos que personas, Orwell logró llenar su última obra el 30 de noviembre de 1949. Su hijo se enteró de la noticia en Jura, por el boletín de noticias de la BBC de las ocho de la tarde. El tiempo lluvioso y húmedo de la isla de Jura, en las Hébridas, era lo que menos convenía a la insuficiente salud de Eric Blair, nombre auténtico de George Orwell. La autora escogida para la ocasión es Sandra Newman, una autora de 56 años nacida en Boston pero habitante en Alemania, Rusia, Malasia y Reino Unido, donde se licenció y estudió un máster. Su primera novela, Lo único bueno que alguien hizo en su vida, fue nominada en 2002 al First Book Award que organiza The Guardian.
Proseguir con el períodico o abandonar escribirlo, venía a ser lo mismo. Winston había cometido -seguiría habiendo cometido aunque no hubiese llegado a posar la pluma sobre el papel- el delito fundamental que contenía en sí todos los otros. En ocasiones, se podía llegar a poseerlo oculto años enteros, pero antes o después lo descubrían a uno.